lunes, 20 de abril de 2020

Divagando.

DIVAGANDO.

¡Oh! nocturnidad del ser
donde la luz irradia propia,
donde la realidad se refleja en tí,
y sin ti…, la oscuridad del no-ser.

Tu ser acontece ante la oscuridad,
iluminando toda la realidad.
Tu ser emana jazmines y damas de noche,
olores y luces celestes, ¡todo derroche!

Iluminando la oscura noche
duro trabajo el tuyo,
empero, presto y servil,
irradiando incesantemente brillo
nocturno: blanco, amarillo y añil.

El brillo de la luna con tu ser recoge
agitando al darse ver,  un añil vivo
destellando brillos faciales percibo
en tu rostro sereno un amor divino.

Jorge Vidal.


viernes, 14 de junio de 2019

Yo también…, ¡era!


Veo gentes, gentes reconocibles entre sí, pero totalmente desconocidos para mí. Gentes que al igual que yo, les pasará el tiempo, los años, y con ellos ¿quién sabe? la memoria imperecedera comenzará a desfibrilarse haciéndose difusa y obtusa además de incoherente.

En un tiempo también reí con amigos en un bar, con la familia compartía momentos cotidianos y felicidad etérea, hasta el ámbito laboral disfrutaba sin descubrir lo importante que es desarrollar la psique y mantenerla discursiva. Reía, si, reía sin la espera del mañana difuso, como ríen hoy quien me paro a observar con el recuerdo sin memoria del instante.

Qué se vendrá a la memoria de quien hoy ríe alegremente y disfruta del momento, sin presentir el horizonte desolado e inquietante que le depara tras el tiempo desvanecido por Kronos. Esto solamente es un  instante efervescente y pasajero, qué digo, si antes de que termine mi reflexión puede ser que no recuerde nada, tan solo siga observando esas risas, alegrías, y momentos compartidos, tan iguales, tan parecidos a los míos. Pues se que fueron míos, se que tuve esos momentos, el no recordar me inquieta, pero: ¡tengo derecho! he de haber tenido esos momentos, quizás etéreos, pero momentos que me pertenecen aun no siendo mantenidos en mi recuerdo.

Cualquier cotidianeidad es una prueba dura y nueva en mi actuar, no concibo el método, lo sistémico, aunque se perfectamente el fallo que continuamente se apodera de mí, "la memoria", mi nuevo pecado o error es no recordar simples actos, nombres, caracteres, facciones, qué se yo..., todo un delirio de incomprensión.

Me siento mal cuando alguien, precisamente ese alguien como definición de lo desconocido o "desreconocido", de un momento a otro me observo desconcertando a quien entabla una conversación, sobre todo cuando detectan que "salgo por lo cerros de Úbeda", como si para mi tuviera muchas conversaciones en mi consciente eligiendo a cada una a placer, sin previo aviso al interlocutor, quedando éste "out of" del juego del diálogo, "desconcertado" sin respuesta sobre todo sincera que reconforte mi patología. En ese momento, ese preciso instante que se me quedan mirando con la vista perdida, es cuando siento como si me lo vieran, como si lo llevara en mi frente escrito, como una marca: "Alzheimer". Y entonces me toco la frente, a veces pienso en correr hacia el lavabo y poder observar en el espejo, qué pinta tiene ese dichoso "gusano" que delimita mis recuerdos, pero qué más da, pasa ese instante y ya..., "no me acuerdo".



Jorge Vidal.

sábado, 13 de abril de 2019

NOCHE JOVEN

Eran noches con amargura, noches sin calma, noches de vida. Sin esperar que rayara el sol, tan solo él irrumpía sin avisar, invadiendo esas “amargas, sin calma y de vida” instantes de embriaguez solitaria en compañía. 

Todo era distinto, al tratarse de esos momentos en que los años vividos son toda una vida, antes de volverse esa esperanza de esos mismos años de vida en la escasez que no se puede controlar, como tampoco entonces se controlaba el paso del tiempo, ese tiempo nocturno que derrochaba vida o más bien, ansia de vida. Tanto era ese ansia de vida, que por ello se apoderaba de la nocturnidad evitando el dormir con su consecuente pérdida de esos instantes por ver, oir, experimentar, compartir, existir como correlato del descubrimiento del llamado tiempo de juventud. 

No, no es lo mismo los años vividos, que los por vivir. Los vividos son todo vida, los por vivir al no poseerlos, no pesan, no acontecen en la biografía de nuestra vida. Él me lo ha recordado este mediodía, él con su memoria condolida, como dice: “el alzheimer”. 

Qué son setenta y siete, te queda toda una vida por vivir, “hasta los cien” –le he dicho-, treinta al menos, quizás sean veinte, qué más da. Recuerdas cuando tenías esa edad, en la que el tiempo no pasaba, ¿cuánto eran entonces esos veinte? Pero su respuesta rauda y evasiva: “no, no recuerdo, si es que tengo eso…, el alzheimer”. Lo que más me ha dolido es apreciar en sus ojos la espera, esa espera que nadie con todas sus consecuencias desea poseer, nadie debería esperar, esperar es dejarse vencer, esperar es dejar de avanzar, de luchar, de vivir al fin y al cabo. 

Por eso, antes de que me excuse con “el alzheimer”, un día decidí en pocas palabras y a ser posible en verso describirme esos momentos en que el amanecer inundaba sigilosamente los instantes perennes de la etérea juventud, incansables e inagotadores destellos de ganas de vivir, para así reflejar en papel esas incursiones del azul añil rompiendo la oscuridad, esos silvidos de las primeras golondrinas (madrugadoras con sus ganas por vivir), rompiendo el ensordecedor silencio de las conversaciones de “besugos” noctámbulos. 

Siendo esas palabras un breve recordatorio a modo de “emoticono”, que resurgen en mi memoria tantos amaneceres, y tan distintos a los que ahora pueda observar con visión poética, pues entonces realmente no los “miraba”, solo los aprehendía por medio de esas golondrinas y colores añil-azulado. 

Entonces no observaba el amanecer como un día nuevo, sino como uno que se agotaba, ahora en cambio un amanecer es un empezar: “Noche Jóven”.


Noche Joven.



Noche estrellada.

Al cielo raso,

la noche paso.



Noche trasquilada,

al acostar,

un malestar.



¡Donde está la noche!

El día llegó,

el sol desplegó.

Todo fue trasnoche.



Los pájaros al despertar,

cantando al amanecer

despidieron con placer,

la luna se fue a acostar.

Figurtrist.

sábado, 19 de enero de 2019

Un día más..., sin mar.

Día seco, día sin mar.
Otro como muchos sin oler la sal,
sin respirar la humedad,
sin el aroma y sonar del mar.

Día seco, día sin mar.
con el paseo urbano,
húmedo, pero sin mar.
¡Húmedo! sin mojar,
cálido y sin sal.

Mar seco, día sin sal,
sin sabor a salitre y arenal.
¡Humedad!
También soledad.

Resquebrajos del mar
asoman por la ciudad,
desde la costa luchando,
podernos llegar.
Día seco, día sin mar.

 
Un día más sin mar, es un día más sin morir, seguir estando aquí, en la sequedad de la tierra. Tierra donde yacemos tanto en vida como al morir. Ese mar que es mayoritario en la tierra, ese mar que nos devora como el Kronos, más aun estando a una distancia inconexa. Un día más en la agonía, sin ahogarse en ese mar de incertidumbres que es el ¿qué habrá?