lunes, 31 de diciembre de 2018

Tú eres mi Rey.


 Tú eres mi Rey

Dejó de llorar, después que su hermana le contase aquel día en que lo pasó tan mal como él, tras comprobar que allí en el comedor, junto el árbol de navidad los regalos que aparecían no coincidían con los que ella había pedido a los Reyes Magos.
Le pasó justamente lo mismo que le acababa de ocurrir a su hermano, sintió tal desconcierto inesperado pensando que no la querían, o si tan mal se hubiera comportado para no merecer lo que deseaba, pero claro, tras unos momentos nauseabundos, apenados y tristes, volvió todo a la normalidad. A los pocos minutos estaba correteando la casa con sus nuevos regalos: qué más da si no eran los que pidió, pero eran los “nuevos regalos”, de los reyes de ese año, no iba a desperdiciar el tiempo en lloriqueos y desconsolada.
Pronto descubrió que todo no es lo que uno desea, pero que todo es lo que es, y un regalo, es un regalo…, probablemente esos reyes no serían tan magos (pensó aquel año), o tal vez no hayan encontrado sus deseos, o los han cambiado por comodidad para ellos. Qué más da, un regalo es un regalo, y hay que disfrutarlo. Cuanto antes lo compruebes, antes comenzarás a disfrutar de tus nuevos juegos (le decía a su hermano), no pierdas el tiempo en llorar, y disfruta de tus nuevos juguetes, aunque no coincidan con lo que pediste, seguro que están regalados con todo el corazón de quien se ha molestado en regalártelos, y si te vieran tan triste, qué podrían pensar.
Tienes razón Amanda –dijo su hermano menor Rufo-, para qué perder el tiempo en lloriqueos, si estos regalos me encantan también y son preciosos.
Amanda dirigió una mirada a su padre, no pudiendo éste esconder la lágrima que se deslizaba por el contorno del ojo derecho (la del izquierdo acababa de secarla), y le lanzó una mueca junto un pequeño guiño, para consolar la melancolía del rostro de su “Rey Mago”.
Después una vez a solas con su padre, Amanda hizo saber a su padre que comprendía la situación, la comprendió cada vez que volvía a la calle o al colegio después del Día de Reyes, todos sus amigos vanagloriándose de todos los grandes regalos recibidos, todos justamente lo que pedían, grandes regalazos que sus “reyes” luchaban por conseguir hacerles llegar, pero Estanislao, su padre siempre quedaba escasamente acorralado ese día. Le costaba llegar a final de mes, su vida laboral era discontinua, transcurriendo entre contratos basura y trabajos mal pagados. Pero su esfuerzo en mantenerlos en un círculo burgués de la sociedad llamada “clase media”, tenía esas consecuencias, que en esa misma clase se distribuía sin medida ni control unas clases entremezcladas y camufladas que más que medias, para él deberían estar por las nubes.
Rufo, espiaba tras la puerta, sin comprender mucho la situación, se lanzó sobre su padre dándole un abrazo tremendo y un emotivo beso, recordándole que echaba de menos con todo su corazón a su madre, la cual se había ido al cielo tres años antes, justo cuando Rufo iba a comenzar el cole con tres añitos casi. Y le hizo ver a su padre que lo más importante no eran los juguetes, sino el tenerle a él y a su hermana, y poder abrazarles y besarles.
Su padre en un mar de lágrimas, tratando no ser descubierto, volvió la mirada hacia Amanda, con un guiño y un “amago” de beso relajando ambos las facciones tan tensas de emoción y dejando ver el gran amor que conseguían tenerse el trío familiar.
Días antes paseando por el centro de su ciudad, Rufo disfrutaba entre los árboles decorados de navidad, luces coloridas, escenarios con nieve de “Papá Noel”, tarimas con “Reyes Magos”, y entre risas, guiños, y frases de armonía le hizo saber a su padre: “Tú siempre serás mi Rey Mago”.


Jorge Vidal.