Tú eres mi Rey
Dejó de llorar, después que su hermana le contase
aquel día en que lo pasó tan mal como él, tras comprobar que allí en el
comedor, junto el árbol de navidad los regalos que aparecían no coincidían con
los que ella había pedido a los Reyes Magos.
Le pasó justamente lo mismo que le acababa de
ocurrir a su hermano, sintió tal desconcierto inesperado pensando que no la
querían, o si tan mal se hubiera comportado para no merecer lo que deseaba,
pero claro, tras unos momentos nauseabundos, apenados y tristes, volvió todo a
la normalidad. A los pocos minutos estaba correteando la casa con sus nuevos
regalos: qué más da si no eran los que pidió, pero eran los “nuevos regalos”,
de los reyes de ese año, no iba a desperdiciar el tiempo en lloriqueos y
desconsolada.
Pronto descubrió que todo no es lo que uno desea,
pero que todo es lo que es, y un regalo, es un regalo…, probablemente esos
reyes no serían tan magos (pensó aquel año), o tal vez no hayan encontrado sus
deseos, o los han cambiado por comodidad para ellos. Qué más da, un regalo es
un regalo, y hay que disfrutarlo. Cuanto antes lo compruebes, antes comenzarás
a disfrutar de tus nuevos juegos (le decía a su hermano), no pierdas el tiempo
en llorar, y disfruta de tus nuevos juguetes, aunque no coincidan con lo que
pediste, seguro que están regalados con todo el corazón de quien se ha
molestado en regalártelos, y si te vieran tan triste, qué podrían pensar.
Tienes razón Amanda –dijo su hermano menor Rufo-,
para qué perder el tiempo en lloriqueos, si estos regalos me encantan también y
son preciosos.
Amanda dirigió una mirada a su padre, no pudiendo
éste esconder la lágrima que se deslizaba por el contorno del ojo derecho (la
del izquierdo acababa de secarla), y le lanzó una mueca junto un pequeño guiño,
para consolar la melancolía del rostro de su “Rey Mago”.
Después una vez a solas con su padre, Amanda hizo
saber a su padre que comprendía la situación, la comprendió cada vez que volvía
a la calle o al colegio después del Día de Reyes, todos sus amigos
vanagloriándose de todos los grandes regalos recibidos, todos justamente lo que
pedían, grandes regalazos que sus “reyes” luchaban por conseguir hacerles
llegar, pero Estanislao, su padre siempre quedaba escasamente acorralado ese
día. Le costaba llegar a final de mes, su vida laboral era discontinua,
transcurriendo entre contratos basura y trabajos mal pagados. Pero su esfuerzo
en mantenerlos en un círculo burgués de la sociedad llamada “clase media”,
tenía esas consecuencias, que en esa misma clase se distribuía sin medida ni
control unas clases entremezcladas y camufladas que más que medias, para él
deberían estar por las nubes.
Rufo, espiaba tras la puerta, sin comprender mucho
la situación, se lanzó sobre su padre dándole un abrazo tremendo y un emotivo
beso, recordándole que echaba de menos con todo su corazón a su madre, la cual
se había ido al cielo tres años antes, justo cuando Rufo iba a comenzar el cole
con tres añitos casi. Y le hizo ver a su padre que lo más importante no eran
los juguetes, sino el tenerle a él y a su hermana, y poder abrazarles y
besarles.
Su padre en un mar de lágrimas, tratando no ser
descubierto, volvió la mirada hacia Amanda, con un guiño y un “amago” de beso
relajando ambos las facciones tan tensas de emoción y dejando ver el gran amor
que conseguían tenerse el trío familiar.
Días antes paseando por el centro de su ciudad, Rufo
disfrutaba entre los árboles decorados de navidad, luces coloridas, escenarios
con nieve de “Papá Noel”, tarimas con “Reyes Magos”, y entre risas, guiños, y
frases de armonía le hizo saber a su padre: “Tú siempre serás mi Rey Mago”.
Jorge
Vidal.